Históricamente las pandemias han conllevado, si no a cambios, si a reflexiones en torno a la arquitectura de los espacios que habitamos.

En KUO Prosperity Lab estamos re-pensando el presente para re-crear nuevos escenarios de futuro que permitan una vida en comunidad + inmunidad y una con-vivencia con consciencia.

Con el confinamiento, emergen aprendizajes y nuevas necesidades que se proyectan hacia una ciudad y una vivienda más HUMANA, más CARING, cuidadosa con las personas y con el planeta, y también más SOLIDARIA.

También un tipo de arquitectura más DINÁMICA, FLEXIBLE, con capacidad de ADAPTACIÓN a los cambios, a las crisis, a las necesidades de cada momento.Se hace evidente la necesidad de diseños (y políticas) humanizadoras en lo público (hospitales, Ucis, escuelas,…) y en lo privado (hogares), correspondiendo a parámetros que minimicen situaciones de confinamiento drásticas, de alto riesgo, y de con-vivencias peligrosas, como por ejemplo las que hemos visto/ oído o vivido en estos días, desde una familia en un piso de 20 m2 o incluso una habitación sin ventanas y techos bajos (y sin conexión a Internet) a enfermos en pasillos de un hospital, sin ‘distancia de seguridad’ y sin mampara. 

La unidad de vivienda mínima y el nivel de tecnificación mínimo debería ser un derecho de todos. 

NO a celdas o ‘colmenas’ privadas de luz, de aire, de vida. SI a VIVIendas más grandes y flexibles,  techos más altos,  balcones y/o terrazas.

Una arquitectura más humana es también una arquitectura que cuida mental y físicamente. Y una arquitectura que cuida ha de prestar especial atención a los espacios compartidos.  

El confinamiento también nos está demostrado la necesidad de hacer cosas juntos: cantar, bailar, hacer gimnasia, tomar el vermú,… 

Necesitamos traspasar la frontera del domicilio privado. 

Necesitamos al grupo, a la comunidad, a la familia vecinal.

Una arquitectura que cuida debería ser aquella que promueve el intercambio, la convivencia frente al aislamiento, que se adapta e integra al ‘solo’, al viudo, al niño, al joven, en una red comunitaria de apoyo, de intercambio, de co-sharing o co-housing.

Vivir con los vecinos, crear espacios de cohabitación, proporciona resiliencia para poder  soportar situaciones como la actual, facilitando además una mejor asistencia y cuidado de las personas enfermas y/o dependientes.

La vida vertical nos ha convertido en voyeurs observadores, en lugar de participantes. La tarea de la arquitectura ha de ser la de unir comunidades y crear espacios de intercambio y cohesión. 

También en este confinamiento descubrimos la importancia de la conexión con la naturaleza;  la importancia del aire, la calidad de la luz, la visión del exterior: el aire que entra por la ventana, la luz de la mañana posándose sobre la cama, las hojas de los árboles que veo desde el balcón, son aliento, sabia, que permite soportar este aislamiento o prisión blanda. 

Regenerar los espacios de la ciudad y de la vivienda, conectando éstos con la naturaleza, integrando la botánica a los edificios es una prioridad

En este piel con piel del individuo con las fronteras cerradas de su hogar, se evidencia el rol tan potente que juega la naturaleza,  siempre en el deseo, tanto que cuando se pregunta: ¿qué es lo primero que vas a hacer cuando acabe todo esto? La respuesta apela a la libertad en/con la naturaleza: ir al parque del Retiro, ir al bosque, revolcarme en la hierba, correr por el campo,…

Esta evidencia/ revelación , junto al efecto de las fotos comparativas de los niveles de contaminación antes y después del confinamiento, espero que conlleve a un cambio, a una acción pro-cuidado de todos para todos (y me incluyo) ¡reduzcamos el uso del coche en las ciudades y cojamos la bici!.

Por último, otro aspecto a tener en cuenta en una arquitectura para el cambio es la necesidad de adaptación de la vivienda al nuevo trabajador horizontal, al teletrabajo, como un espacio liberador y creativo que facilite la comunicación y cooperación y permita el desempeño de múltiples actividades vs un espacio de aislamiento y/o alineación